jueves, 25 de noviembre de 2010

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Reflexiones sobre innovación y la vida en clave 2.0
Una de emigrantes (Post-183)



Muy pronto voy a cumplir 16 años en España. En estos días, por alguna razón extraña, me asaltan sentimientos que reactivan mi imaginario de emigrante, y me apetece escribir sobre ello.
Cuando emigras y consigues por fin integrarte a la nueva sociedad que te acoge (o no), tienes la sensación de que te han robado una buena parte de tu vida, la que has dejado atrás e intentado superar.
Algunos lo consiguen, y otros no, y eso depende en buena medida del empeño que pongas en saber asumir tu nueva situación. Mucho influye que sepas ver la botella medio llena, y tengas el valor de transformar las heridas en energía renovadora.
Lo más difíl es comprender que no se puede estar con la cabeza en los dos sitios a la vez, porque eso mata lentamente. Tienes que recomponer rápido tu red de soporte, rodearte de nuevos amigos y escapar de esa tendencia tan natural a buscar personas de tu origen con la que sentirte más cómodo.
Mientras haces el camino, te encuentras con gente buena que te ayuda, o por lo menos no te pone las cosas más difíciles, y gente menos buena que te coloca zancadillas para (sin saberlo) probar tu determinación. También los hay dolorosamente indiferentes, que se lavan las manos a la primera oportunidad.
Algunos actúan de mala fe pero son los menos, con diferencia. Lo que hay es una asombrosa falta de empatía hacia el inmigrante, una ausencia de sensibilidad que desentona con la mezcla marinera de dónde venimos.
Antes de terminar esta entrada, os haré una historia que refleja bien cuánto de olvido, ignorancia y contradicción hay detrás de esa falta de empatía.
Hace muchos años, apenas llegado a España, fui un día a la Fundación Areces a optar por una beca para doctorandos en Economía. Allí me recibieron con la triste noticia de que era solo para españoles”.
Dudaba si había escuchado mal, o era un error, así que insistí pero me dieron la misma respuesta: “solo para españoles”. Entonces pedí hablar con la persona responsable, que se mantuvo en sus trece.
¿Por qué me chocaba tanto?, ¿Por qué no podía entenderlo? Pues porque resulta que las fundaciones, y más en este caso, se crean para perpetuar la memoria de la persona que le sirve de nombre, y ¡¡Ramón Areces ganó en Cuba gran parte del dinero que le sirvió para crear El Corte Inglés!! Lo obtuvo siendo emigrante.
Como podéis suponer, tuve que ser muy persuasivo para recordárselo a la persona encargada de perpetuar el espíritu de una celebridad que hace tiempo no podía decir lo que quería que se hiciera con su dinero.
Esto no solo no ha cambiado, sino que se ha puesto peor. Es un modelo excluyente que se repite en muchas instituciones españolas, y yo lo único que pido es que seamos más coherentes con lo que somos, y con lo que fuimos.


COMENTARIO: es difícil llegar a un país que no es el tuyo y más cuando lo haces solo sin conocer a nadie…pero tienes que hacer todo lo posible por integrarte en la sociedad, hacer ver a los demás que eres una persona normal y corriente y que no tienen motivo alguno para darte de lado. Aunque duela dejar atrás todo lo que dejas tienes que superarlo y conocer gente nueva; todo esto será mejor para ti y te hará sentir mucho mejor contigo mismo.
Increíble me parece lo que cuenta este hombre acerca de la FUNDACIÓN ARECES, cuyo “cabecilla” era emigrante y ahora que él lo había conseguido todo daba de lado a los suyos… lo siento pero no puedo entender cómo una persona puede ser así de retorcida y dar sólo beneficios a una parte de la sociedad cuando todos somos iguales y nos merecemos las mismas ayudas.

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